Historia de Casas Altas
Orígenes medievales: los primeros pobladores
El origen de Casas Altas se remonta probablemente a finales de la Edad Media, cuando algunos habitantes de Ademuz decidieron establecerse en la margen derecha del río Turia, en una loma con forma de península. Este enclave estratégico estaba junto al camino que unía Ademuz con Santa Cruz de Moya y ofrecía proximidad a tierras fértiles para el cultivo, así como la posible existencia de algún molino hidráulico.
Un nombre con historia: “Casas del Río Altas”
Durante siglos, Casas Altas fue una aldea del término general de Ademuz. Su nombre original, “Casas del Río Altas”, aludía a su ubicación aguas arriba de su vecina “Casas del Río Bajas” (hoy Casas Bajas). En 1609, el cronista Gaspar Escolano ya menciona ambas aldeas, y a finales del siglo XVIII el botánico Cavanilles lo nombra como “Casas Altas”, forma que se consolidaría con el tiempo.
«Reviviendo estas gestas, el viajero se sumerge en una época de batallas y alianzas que forjaron el alma medieval de Vallanca.»
Autonomía religiosa: nacimiento de la vicaría (1772)
El 12 de marzo de 1772, Casas Altas dio un paso decisivo hacia su autonomía con la independencia eclesiástica. El obispo de Segorbe, fray Alonso Cano, erigió la vicaría dedicada a la Santísima Trinidad, que, aunque seguía vinculada a la parroquia de Ademuz, le otorgaba personalidad y actividad religiosa propias. La iglesia se ubica en el corazón del casco antiguo, en la actual plaza.
Independencia administrativa: municipio propio (1845)
Casas Altas logró su plena independencia de Ademuz en el año 1845, convirtiéndose oficialmente en municipio. Este proceso quedó documentado en el “Deslinde del término de Casas Altas con la villa de Ademuz”, firmado tras un acuerdo entre jueces árbitros de ambos pueblos, reunidos en Vallanca en noviembre de 1844. El archivo municipal conserva estos valiosos documentos que marcan el nacimiento legal de Casas Altas como entidad propia.
Economía tradicional: agricultura, ganadería y paisaje rural
Desde sus inicios y durante siglos, la economía de Casas Altas se basó en la agricultura de secano (cereal, viñedo, olivo y almendro) y la ganadería tradicional. A orillas del río se desarrollaron huertas de regadío. Las construcciones auxiliares como pajares y corrales se distribuían en la zona alta (camino del Pinar) y en la partida de La Puente, al otro lado del río.
La provisión de agua fue durante mucho tiempo una tarea manual. Las familias recogían el agua potable desde la acequia de La Serna o, si buscaban mejor calidad, desde el acuífero de la Balsa, que hoy abastece al pueblo. En 1951, se inauguró la fuente de la Plaza, conectada mediante conducción al lavadero de la Poza.
«Escuchando la dulzaina o saboreando un alajú, se descubre la esencia viva de una tradición que aún resuena en las fiestas de la comarca.»
Tiempos de guerra y usos posteriores: las cuevas-refugio
Durante la Guerra Civil Española, muchas viviendas excavaron refugios subterráneos en forma de pequeñas cuevas, aún visibles hoy en día. Tras la guerra, estos espacios fueron reutilizados para el cultivo de champiñón, y más tarde se convirtieron en lugares de juego para los niños del pueblo.
Conócelo de primera mano a través de:
Siglo XX: despoblación y éxodo rural
A comienzos del siglo XX, Casas Altas contaba con una población de más de 700 habitantes (703 en 1900). Sin embargo, el auge de las ciudades provocó una fuerte emigración hacia Valencia y Barcelona, reduciendo progresivamente el número de residentes hasta alcanzar los cerca de 140 actuales. A pesar de ello, el pueblo ha conservado su identidad rural, sus paisajes y su valioso legado histórico.